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Oct

2013

EL TRASTERO DE SEVILLA PDF Imprimir E-mail

ABC / 27/10/2013

JUAN JOSÉ BORRERO

Ala Fábrica de Artillería le tiran a dar. La última bala de cañón sobre su historia y su dignidad va ser convertirla en cuarto trastero municipal. El Ayuntamiento ha aprobado trasladar al histórico edificio sus enseres viejos con los que no sabe qué hacer. Este trozo del corazón de San Bernardo donde arraigaron los pilares de la fundición Morel, quien dio vida al Giraldillo; aquella semilla de la Fábrica de piezas artilleras que fueron envidia de Europa, donde se fundieron los leones del Congreso, donde rugió el fuego en el que nació El Tigre que le arrancó un brazo al almirante Nelson, será un guardamuebles.


El trastero es ese espacio que te compras con la casa y el garaje porque siempre va a suponer un desahogo. Comienzas metiendo la bicicleta, las maletas y los adornos de Navidad y terminas por convertirlo en rincón de una inconfesable adicción al síndrome de Diógenes. A menos que tengas una férrea disciplina, pronto el cuidado del trastero se convierte en una asignatura pendiente que relegas siempre al fin de semana siguiente, hasta que resulta imposible porque la puerta se atranca al ser el volumen del contenido sensiblemente mayor que la capacidad del continente. Entonces haces inventario de recuerdos y pasas la tarde en tu particular Jueves de la calle Feria y te resistes a visitar el contenedor. Los trasteros son una emboscada del tiempo, como una estrofa de Camilo Sexto: «Algo de mi se va muriendo»... y me resisto. Por eso me temo que el destino que el Ayuntamiento va a dar a la Fábrica de Artillería es toda una declaración de intenciones. Si la ciudad no lo evita, y cada día cuenta con menos músculo para tales batallas, las cubiertas de la Fábrica se caerán un día sobre los trastos viejos y una excavadora hará la última mudanza. La Fábrica de Artillería es un Bien de Interés Cultural con categoría de monumento. Tuvo actividad, paradojas de Sevilla, hasta 1992, el año en el que tantas cosas comenzaban para la ciudad. Desde que los militares arriaron la bandera el extraordinario conjunto de edificios es refugio del fantasma del olvido y almacén sin fondo de proyectos e intenciones imposibles. Ni el Ministerio de Cultura se hizo cargo de su restauración integral, ni la Junta apostó por convertirla en Archivo General de Andalucía. Demasiada inversión para Sevilla. Y así, el Ayuntamiento se quedó con las llaves sin saber qué hacer con tantos metros y tanto silencio. Allí llevó dependencias de Cultura, coches de Bomberos y ahora trastos viejos, mientras de tarde en tarde tiene que acometer pequeñas chapuzas de urgencias para evitar que se caiga a pedazos. Por los tiempos que corren sólo un proyecto capaz de asegurar ingresos en el futuro para garantizar su mantenimiento parece viable. Pero mientras llega, la ruina es la única que hace ofertas en la subasta.

Quizás la Fiscalía, tan sensible con las construcciones ilegales de madera en medio del campo diga algún día algo sobre el deber de conservar el patrimonio público. Hasta entonces sólo queda esperar que la Fábrica, que en su puerta principal recibe con los nombres de los héroes Daoíz y Velarde, resista en el trastero de los olvidos de Sevilla.

 
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