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05

Feb

2014

SAN BLAS DE DOÑA MARÍA CORONEL PDF Imprimir E-mail

ABC SEVILLA / 4/2/2014

AURORA FLÓRES

El monasterio de Santa Inés celebró ayer una de sus más desconocidas tradiciones: la festividad de San Blas, santo mártir, abogado de las enfermedades de garganta y patrón de los cantores, que se venera en este cenobio de clarisas, que posee una imagen del mismo, de Juan de Mesa, y una reliquia que expone por su día.

 

Ayer, en su día, algunos fieles se acercaron a santiguarse ante la imagen del santo, y luego, a una pequeña mesa en la que se desplegaba el merchandising del día, para adquirir rosquitos de pan hechos por las monjas y bendecidos, típicos de la festividad en este monasterio; cordones de hilo blanco y seda para las afecciones de gargantas, con la medallita del santo o borlas, que hacen cada año sor Celina y sor Salud, estampas con la imagen del mártir y su novena, y el añadido de libros de Sevilla y sus tradiciones del escritor Álvaro Pastor Torres, cuya venta es a beneficio de las siempre necesitadas religiosas.

No acompañó ayer el tiempo desapacible de las primeras horas de la mañana para que los incombustibles acudieran a cumplir con el Santo a la iglesia, abierta desde las nueve de la mañana. Y tampoco ayudó que no hubiera misa de doce, con la presencia de los sochantres, pertenecientes a distintas capillas musicales de Sevilla, que hasta hace un par de años han acudido a celebrar al monasterio del Santa Inés su patrón, con cuerda, viento y sus voces.

Esta tradición, que intentan mantener las clarisas cada 3 de febrero, se debe, como no podía ser de otra forma, a Doña María Coronel y a la ermita de San Blas que existió en las cercanías de Omnium Sanctorum, donde se retiró y vivió algún tiempo antes de profesar en el convento de Santa Clara del que salió para fundar el de Santa Inés, y donde según Zúñiga, «habían dexado una insigne reliquia del Santo Mártir».

Todo ello lo recoge el escritor y sacerdote Carlos Ros en su libro «Doña María Cororel, el amor imposible de Pedro el Cruel», quien cuenta que la ermita de San Blas -de la que ya no queda más que el recuerdo de una calle con el nombre del mártir en la Macarena- «pasó en herencia al monasterio de Santa Inés, que dio culto al Santo hasta el año 1776, en el que se arruinó el inmueble, siendo trasladada la imagen a la iglesia del monasterio donde actualmente se venera».

 
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