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Le dieron para mucho a Sánchez Monteseirín sus postreros días como alcalde. Su último viaje oficial, estando ya en funciones, fue para defender la torre Pelli ante la Unesco argumentado que no daña para nada el paisaje histórico de la ciudad. Regalitos de despedida se llama a esto. Porque las elecciones las ganó un PP que tuvo que tragarse la torre y ahora afrontar el pago de los 36 millones (si sólo fuera eso: la torre nos la tragamos todos y los millones los pagaremos todos).
Como la madre de Marcel Proust se escapaba de las cenas y las fiestas para subir al dormitorio y darle un último beso a su hijo antes de que se durmiera, Alfredo se pasó los últimos días de su mandato firmando cosas o yendo a París para dar sus besitos de despedida a Sevilla y dejarle estos regalitos bajo la almohada. ¡Y qué regalitos! Nada menos que el rascacielos omnipresente y 36 milloncejos.
Para no quedarnos atrás, porque la competencia es muy dura, el compañero Carlos Navarro Antolín nos hacía saber también de otro regalito del inolvidable gobierno PSOE-IU que Alfredo tan dignamente presidió: el pago de 1,1 millones de euros para expropiar las casas de la calle Becas y su posterior ofrecimiento a Pasión cuando la Hermandad solicitó un espacio para su obra social. ¿Será por millones de euros?
El señor Espadas utiliza estas y otras cuestiones para cargar contra Zoido como si fueran responsabilidades suyas. La desmemoria histórica, ya se sabe. O quizá -no seamos mal pensados- es que el hombre tiene tantos y tan graves asuntos entre manos, como el vital y urgentísimo referéndum sobre la preferia y los fuegos artificiales, que se le olvida que es a su partido y a Sánchez Monteseirín a quienes les debemos estos regalitos.
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