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2016

CIEN MILLONES DE PREGUNTAS PDF Imprimir E-mail
METRO

EL MUNDO/ 27 DE MAYO DE 2016

Juan Miguel Vega

HAY en la mente de los políticos ciertas claves encriptadas que los humanos corrientes jamás descifraremos. Y eso irrita a quienes poseen sentido crítico al no poder comprender por ello muchas decisiones de los políticos. Por fortuna para estos, la gente con sentido crítico es cada vez menos, pues nada hay más frustrante que hacerse preguntas. De ahí que el sentido crítico muchos lo hayan acabado sustituyendo por un franco escepticismo, que es bastante más saludable para el cerebelo y el pericardio. Viene todo lo anterior a cuento de las cifras de viajeros alcanzadas por el metro de Sevilla (ese metro de pitiminí que sólo tiene una línea) en sus primeros siete años de servicio: cien millones. Yo no sé a ustedes, pero a mí me parece tela de gente. Tela de gente para una sola línea, que además recorre tangencialmente la ciudad y no precisamente discurriendo a través de sus zonas más pobladas. Discúlpenme los expertos en la materia si hablo demasiado y sin saber, pero yo a eso lo llamaría éxito. Y también lo llamaría rentabilidad. Ignoro si económica, pero desde luego sí social, que debe ser la aspiración prioritaria de todo servicio promovido por las administraciones públicas, cual es el caso. No soy usuario del metro, pues me coge a trasmano, pero sé de buena tinta hasta qué punto ha facilitado a muchas personas el que puedan moverse por la ciudad de forma rápida y cómoda. Resultan, por todo ello, incomprensibles, las reticencias que nuestros gobernantes, tanto municipales como autonómicos, siguen poniendo para su ampliación de la red a pesar de la eficacia demostrada, promoviendo, en cambio, otros, como el tranvía, quizá más baratos, pero desde luego mucho menos útiles. Con ello manifiestan una cortedad de miras, cuyas muchas dioptrías tal vez deberían medirse en cinismo o incapacidad. Luego está la paradoja de que sean precisamente los partidos de izquierdas los que más se oponen al metro, hasta el punto de haberlo convertido en una especie de 'reivindicación de la derecha y, por tanto, cosa abominable', cuando sus mayores beneficiarios, como se ha comprobado, son precisamente quienes los votan: los vecinos de los barrios alejados. En cambio, su maniática apuesta por la bicicleta en una ciudad donde de vez en cuando llueve, hace frío y hasta en ocasiones algo de calor, beneficia sobre todo a los más acomodados; gente sana y joven que vive en el centro, Nervión, Triana, El Porvenir o ese nido de fachas llamado Los Remedios. Cuesta entenderlo, sí. Pero el caso es que la mayoría silenciosa prefiere seguir sin levantar la voz y eso acaso lo explique todo.

 
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