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Mar

21

Jun

2016

ROGELIO REYES Y LA CASA DE CERNUDA PDF Imprimir E-mail

LA CASA NATAL DE LUIS CERNUDA

   Desde la perspectiva que ofrece el paso del tiempo el sevillano Luis Cernuda se revela hoy como el poeta más innovador del 27 y el de mayor proyección en la lírica española de la segunda mitad del siglo XX.  Ninguno de aquellos grandes autores ha ejercido tanta influencia sobre los poetas que han venido después , quienes fascinados  por su lúcida visión del mundo y la modernidad de su lenguaje, han convertido a Cernuda en el gran icono de la mejor poesía actual en lengua española. Nadie desde Juan Ramón Jiménez había concitado tantas adhesiones y tan entusiasta seguimiento. Una vez más Sevilla, la única ciudad de España que puede preciarse de poseer una tradición lírica propia y continuada en el tiempo, ofrece a nuestra literatura un canon poético de alcance universal comparable en su significado a las innovadoras propuestas estéticas de Fernando de Herrera, Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Machado, sus tres líricos mayores.  

   Sevilla posee ese don de la inteligencia poética que llevó a Juan Ramón Jiménez a proclamarla capital lírica de España. Pero la ciudad no siempre ha sabido estar a la altura del impresionante legado que en ese dominio atesora, mostrándose con frecuencia esquiva o perezosa a la conservación y el cuidado de las huellas biográficas de sus grandes poetas. De Herrera, que no traspasó nunca los límites de Sevilla, apenas nos queda el testimonio indirecto de la parroquia de San Andrés, donde fue beneficiado, pero no sabemos ni dónde vivía ni por qué barrios discurrió su existencia. De Bécquer, mucho más cercano a nosotros en el tiempo, tan sólo perduran unos pocos vestigios ya muy desnaturalizados : la casa natal de la calle Conde de Barajas y la modesta Venta de los Gatos, ahogada desde hace mucho tiempo entre bloques de pisos en aquella zona próxima a la Macarena.  Pero de Luis Cernuda, cuya excelencia poética ya nadie discute en su tierra después de un espeso silencio de años felizmente superado, Sevilla guarda un legado arquitectónico y espiritual de inestimable valor que urge preservar de las amenazas del tiempo antes de que sea demasiado tarde.

    Se trata de la casa de la antigua calle Conde de4 Tójar ( actual Acetres) en la que el poeta nació en 1902 y en la que vivió hasta 1914;  un edificio de principios del XX  situado en un entorno urbano de clase media, después ocupada  por un negocio de cristalería y hoy en venta.  Con ser ya éste un dato  suficientemente significativo para conservar el inmueble, aún lo es más la circunstancia de que aquella casa, poéticamente trasvasada a la prosa lírica del libro Ocnoss y convertida en metáfora de la felicidad arcádica del niño anterior a la conciencia del tiempo, guarda los ecos de sus vivencias  personales hechas sustancia literaria :  el patio, principal espacio físico y espiritual, jardín cerrado que compendia la plenitud intemporal de Albanio ;  la escalera de mármol que canaliza el sonido de la música,  a la que el niño no querrá exigirle más de lo que ella podía darle : el “embeleso contemplativo” ; la fuente con su machadiano “rumor del agua” ; la vela que tamiza la hiriente luz del mediodía creando una penumbra adormecedora ; la galería desde la que se accede al salón familiar…Y arriba los balcones por donde irrumpe la vida de la calle : los pregones del vendedor de jazmines, de claveles, de pejerreyes, de alhucema… Y también los primeros e inquietantes descubrimientos en la esfera del sexo prohibido, el de aquellos seres misteriosos  que con su exagerado contoneo y su “dignidad de altos personajes en destierro” pasaban provocativos por la calle. Y la azotea, que en los “largos atardeceres del verano” inundaba de aromas los sentidos del niño, tocado por la “caricia de la brisa”. Y sus primeras incursiones en el mundo de la lectura de la mano de Bécquer; y el descubrimiento de la verdad estética ( “una realidad diferente a la percibida a diario”) o los primeros reparos a una religión basada en el “sufrimiento divinizado”…

   Cuanto más tiempo pasa y más se consolida el prestigio poético de Cernuda, más se acrecienta el valor estético y espiritual de aquella cada natal del poeta , como dijo Pedro Salinas  “ más  fino, más delicado, más elegante que le nació a Sevilla después de Bécquer”. La ciudad a la que el escritor no quiso poner nombre conserva en ella, tal vez sin ser del todo consciente, el aliento de uno de los espíritus más elevados y sutiles de toda su historia, la memoria sentimental de su paso por esta tierra nativa “ más mía cuanto más lejana”. Pocas ciudades en el mundo podrán gloriarse de semejante patrimonio y mucho menos perder la oportunidad de salvar esa casa, consolidar sus espacios sin desnaturalizar sus mensajes y darle una función cultural que impulse para las futuras generaciones la memoria viva de un auténtico genio literario.

 

 

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