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PALACIO DE MONSALVES

CORREO DE ANDALUCIA / 10/4/2018

ISAMEL G. CABRAL

Cerrado a cal y canto. Nunca la expresión encontró un sentido más rotundo que al pasar por la puerta del Palacio de Monsalves, en la céntrica calle que le da nombre. Una casa noble, diseñada por Aníbal González y José Espiau, que fue la residencia del marqués de Aracena, Francisco Javier Sánchez-Dalp y Calonge. Sin embargo, antes de llegar al cerrojazo del Palacio, la historia es larga. Mucho.

Guillermo de Monsalves fue quien lideró a los catalanes que participaron en la Reconquista de Sevilla en 1248. A cambio, Fernando III le otorgó un linaje nobiliario propio. El palacio que hoy nos ocupa acabaría siendo heredado por los miembros de su familia durante siglos hasta que, también como legado, fue a parar a las manos de María Luisa de Castilla a comienzos del siglo XIX. Esta contrajo matrimonio con el contraalmirante Tulio O’Neill y O’Keeffe a comienzos del siglo XIX. Su heredero pasó a ser entonces Juan Antonio O’Neill y de Castilla, marqués de La Granja y conde de Benagiar. A finales del siglo XIX el palacio era propiedad de Tulio O’Neill y Salamanca, conde de Benagiar, que se llevó la portada principal de piedra a su palacio de Córdoba y vendió el palacio a Javier Sánchez-Dalp y Calonge, marqués de Aracena, encargando este la reforma al arquitecto Aníbal Gónzález, que la llevo a cabo entre los años 1906 y 1909. ​

Llegado el siglo XX el oropel y la nobleza se retiran de Monsalves. Es en 1948 cuando el inmueble pasó a ser la sede de la Compañía Sevillana de Electricidad. Sería después sede de la Delegación Provincial de Educación. Y en 1996 se convirtió en las instalaciones de la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía. Posteriormente, ya lo saben, se echó el cerrojo.

En los vecinos del Casco Antiguo de Sevilla el deseo de su apertura es un clamor. Un clamor desoído por todos los políticos que, desde unas bancadas y otras y desde unos estamentos y otros, han mirado hacia otro lado escudándose, en años inmediatamente pasados, en la crisis económica. Haciendo memoria, colgaban de las paredes del vecino Museo de Bellas Artes las pinturas que integraron la exposición El joven Murillo cuando el entonces consejero de Cultura, Paulino Plata, anunciaba la firma del convenio de ampliación de la pinacoteca al Palacio de Monsalves. Meses después, en julio de 2010, el Consejo de Ministros autorizaba dicho convenio, con un coste para la ampliación y remodelación del Palacio de 16 millones de euros. De haberse llevado a cabo, hoy el Bellas Artes contaría con 9.175 metros cuadrados extras. Aquel proyecto, que está en la mesa desde el año 2008, duerme el sueño de los justos. Monsalves sigue cerrado, y el Bellas Artes, extraordinariamente comprimido, casi anquilosado.

En los últimos años el edificio –de dos plantas y con una tercera a modo de anacrónico y singularísimo torreón– solo se ha abierto para acoger rodajes; una manera de amortiguar el sinsentido de su clausura. En el año 2010 fue uno de los escenarios principales de la película Ispansi, de Carlos Iglesias. Pistolas al cinto, camisas azules con el yugo y las flechas, atuendos de recuerdo infausto, señoritingos y militares rebosantes de poder tomaron Monsalves durante un puñado de semanas. Y, más recientemente, las estancias del edificio se reconvirtieron en hospital para ser así el escenario principal de la serie de televisión Allí abajo, que protagoniza la actriz María León. En ella, el patio principal del palacio luce en todo su esplendor.

Por cierto que... fue precisamente durante este último rodaje –llevado a cabo durante buena parte de 2017– cuando Monsalves añadió un nuevo capítulo al grueso volumen de las leyendas tétricas hispalenses. No podía ser que un edificio con siglos de historia y con décadas cerrado no hubiera sido poseído por fantasmas. La propia León contó en el programa El Hormiguero que son frecuentes los sonidos extraños y los desplazamientos de objetos en el Palacio del Marqués de Aracena, como también se le conoce. «Estaba en el servicio, un baño antiguo con una ducha frente a él, de repente sentí algo y se abrió la ducha sola», relata la actriz. En el pasado también personal de seguridad ha confesado a distintos medios su recelo a hacer ronda por el Palacio en la anochecida.

El inmueble, que conserva poco de su disposición arquitectónica original, tiene en efecto, algo de laberíntico. Parece como si la habitual distribución de habitaciones en toda casa noble no se hubiera ejecutado aquí con respecto a ningún plan lógico. De esa forma quien en él penetra pronto se da cuenta de que pasillos y habitaciones aparecen ante nuestra vista de una forma un tanto azarosa, fruto quizá de las muy diversas intervenciones que, a lo largo de los años, se han ido haciendo en este sitio.

Tras la fachada principal, de cariz historicista, se encuentra el apeadero, con una techumbre de madera con decoración mudéjar.​ En él hay un retablo con un azulejo neobizantino de la Virgen del Perpetuo Socorro. El patio principal, coronado con una fuente, está rodeado por una galería con columnas que sostienen cinco arcos de medio punto en cada lado. La galería tiene un artesonado neomudéjar. Cuenta con zócalos con azulejos inspirados en los realizados por Cristóbal de Augusta en el siglo XVI para el palacio Gótico del Alcázar. Frisos con temas grutescos, una capilla con vigas pintadas con temas florales, una sala llena de yeserías neomudéjares y un mural de azulejos que preside la escalera central con La entrada triunfante del emperador Segismundo de Luxemburgo en Mantua son algunos de los detalles que pueden admirarse (todavía) en el interior. Ese todavía quiere indicar que Monsalves está en evidente proceso de deterioro. El jardín interior es una impenetrable selva de jaramagos y hay numerosas ventanas agrietadas; además de un notable estado de suciedad en las dependencias menores. Con este panorama no es de extrañar que los fantasmas –pero los clásicos, los de sábana y dos agujeritos– sean los más militantes defensores de que nada cambie, de que Monsalves siga rodando espero al Museo [de Bellas Artes] que yo quiero.

RETRATADO POR RICHARD FORD

Richard Ford (1796-1858) fue un viajero que llegó con su familia a Sevilla en 1830 buscando un clima cálido y vivió en el palacio de Monsalves. Sorprendido sin embargo por el frío invernal de la ciudad, que nada tenía que ver con la imagen casi caribeña que él se había fabricado de Híspalis, mandó construir más chimeneas en el edificio que había alquilado. Hizo reformas menores y celebró fiestas que quedaron inmortalizadas en la prensa sevillana. Dibujó su portada de piedra y se marchó de él en 1833. También tuvo en esta residencia un hijo, que falleció y fue enterrado en el desaparecido Convento de San Diego.

 
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