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28

Ago

2019

Sombras de Sevilla PDF Imprimir E-mail

Diario de Sevilla / 28/06/2019

Carmen Camacho

Hay una forma de hospitalidad que no está suficientemente valorada. Consiste en dar sombra al asolado, más aún cuando lancea desde lo alto el sol de la desolación, ése que hasta tiene asociado una angustia, la de la acedia, mal de frailes, del Mediodía y los mediodías. El antiguo entramado urbanístico de Sevilla, sus angosturas y revueltas, las plazuelas, árboles y soportales, incluso los patios -tristes para Chaves Nogales, pues son ansia de luz e inmensidad no satisfecha; alegres de mármol blanco y luz muy igual, "se supone que hay un toldo corrido", acotaban los Álvarez Quintero- tenían en cuenta la umbría y la ventilación. Cuesta comprender que hayan desaparecido tantos soportales y socaires contra la flama en la ciudad de los 40 grados en verano. Ahora tenemos aires acondicionados, me dirán. Los mismos que echan calor al calor de la calle, y gotean en mitad de la raya del pelo justo cuando pasas. También hay aires en los coches, y en esos centros comerciales a puerta abierta, que expiden un mangazo gélido, bien distinto del frescor que sale de los zaguanes: son puro consumo energético. Con lo fácil, acogedor y sereno que es dar sombra clara y fuente fría.

Por Sierpes "nadie repara de balcones para arriba, a no ser en la llegada de los calores, por ver si tienden o no tienden los toldos de buena sombra", escribió Manuel Ferrand en Calles de Sevilla. Y seguía: "Bajo los toldos, la calle de los peripatéticos tratos adquiere frescura doméstica de patio [...] y se vuelve túnel para un airecillo que nadie sabe cómo surgió ni de dónde". Llevo meses mirando el cielo de Cuna, con la esperanza de ver correr una vela de pretil a pretil, y nada. Comienzo a sospechar que en Sevilla, para programar la instalación de las velas del centro, consultan el tiempo que hace en Burgos. Nadie nos tomaría por locos si por mayo, "cuando face la calor", ya se fueran desplegando esos auténticos mantos de misericordia. Hasta el 50 de mayo no han comenzado a extender el sayo de la sombra. Leo en este su diario que la colocación se contempla en un máximo de 45 días. Echen cuentas, y una sombrilla de encaje y seda. De colocarlos en ese plazo, fijo que llegamos con tiempo para guarecernos del sol del membrillo.

[Coda: A quienes aún gustamos de jugar con las sombras veteadas de las gentes y las cosas por las calles, adoramos el trasluz de estas velas y sus reflejos. En Criatura en tierra de Sevilla, de José Viñals, el poeta habla de estas calles y sus "sombras al acecho de los párpados", de "sombras en el antepecho de las ventanas", de "sombras boquiabiertas", de platónicas "revelaciones de lo sagrado". Ayer, al ordenar la agenda de mi móvil, encontré en una foto de perfil del Whatsapp, una sombra con sombrero. Era la sombra de Fernando Mansilla. Seguiremos arrimándonos a ella].

 
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