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Ene

2020

Primera vuelta al mundo: Más allá del límite de lo conocido PDF Imprimir E-mail
1º Vuelta al Mundo

ABC SEVILLA-IGNACIO FERNÁNDEZ VIAL-14.12.2019

Cuando inicia sus andaduras por aguas argentinas, la Armada de la Especiería comienza una segunda etapa en su largo peregrinar llena de interrogantes y miedos. Se adentran más allá de lo explorado hasta entonces por los marinos españoles, un espacio del que no se conoce absolutamente nada de nada. Empiezan a navegar por parajes desconocidos, buscando un paso que les permitiera acceder de aguas atlánticas a las del Pacífico, del que no se conocía su extensión, sino tan solo su existencia. A su proa, todo eran dudas. No sabían si localizado el paso, el océano desconocido les regalaría buena mar y vientos favorables o por el contrario, tiempos infernales; si existirían tierras acogedoras con buenos surgideros, cómo les recibirían sus habitantes, si podrían reponer alimentos, agua y leña o cuánto tiempo tendrían que permanecer navegando lejos, muy lejos de su tierra y sus familias.

TIERRAS IGNOTAS. Todo eran interrogantes y bien sabían los hombres de a bordo que si no les sonreía la suerte, sus vidas estaban seriamente amenazadas. Les llenaba de incertidumbre qué sería de ellos si perdieran sus barcos, ya que eran conscientes de que no tendrían posibilidad alguna de recibir ayuda y en este caso su destino no sería otro que morir de hambre, de desesperación o caer en manos de hostiles.

No sabían que esta fase oscura se iba alargar en el tiempo 16 meses y en el espacio 17.750 millas. Muchos días y numerosísimas millas sin volver a ver barcos europeos. Impresionante aventura que nos dice mucho de la destreza y el buen hacer de estos hombres de mar, y de la magnífica calidad de los barcos que tripulaban.

La mañana del 3 de febrero de 1520 zarpan de Montevideo: «nos hicimos a la vela la vuelta del Sur, y sondamos y hallamos 4 brazas y 5 y 6 y 7 creciendo todavía... y vino a ser nuestra altura 35 grados». Recalan en Punta Piedras, a la que dejan por estribor, y desde este lugar observan que la bahía que tienen a proa está orientada al S1/4SE, pero había que seguir reconociendo exhaustivamente la costa. Iban dejando por estribor amplios arenales, y entre ellos se abren dos ríos, el Salado y el Samborombón. Con las primeras luces del siguiente día sacan de nuevo sus velas al viento con el fin de seguir examinando el litoral. El día 7, ya anocheciendo, de nuevo dan fondo, esta vez a la vista de Punta Rasa.

«A los 8 del dicho hicimos a la vela de la dicha punta, y esta está Norte-Sur con Monte Vidi, y esta costa corre Norte-Sur. Está el dicho cabo en 37 grados, y la tierra es arenosa y muy baja, Jueves 9 del dicho, y vino a ser la altura del polo 38 grados 30 minutos... y esta costa corre Este Oeste cuarta del Noroeste-Sureste, y la punta se llama Punta de las Arenas», la hoy llamada Punta Mogotes.

Continúan sus singladuras hasta la media noche del día 12, cuando fondean. Pero a las primeras luces del día siguiente de nuevo se ponen en faena, con el mismo objetivo que ya hemos señalado una y otra vez, navegar paralelo al perfil de la costa, asumiendo los peligros que guarda. Estaban en aguas nunca reconocidas por el hombre europeo y en consecuencia debían intensificar la vigilancia. Si anteriormente, con el sol a la vista, permanecía permanentemente un hombre situado en el punto más alto y seguro de la nao, la cofa del palo mayor, a partir de ahora el oteador debía de ser un marinero con muchas millas de mar y no un simple grumete o marinero novato.

VÍA DE AGUA EN LA VICTORIA. A pesar de ello, no siempre tenían la suerte o la habilidad de librar bajos de arena o restingas de piedra. El día 13 ven por su amura de estribor un amplio estuario, el de Bahía Blanca, y se dirigen a examinarlo. Pero no resulta fácil poder gobernar por estas aguas. Las corriente marinas en su interior suelen girar en el sentido del reloj y los vientos son cambiantes, por lo que no debe de extrañarnos que pudieran haber caído irremediablemente algo al S, y como consecuencia, acabar tocando tierra con sus quillas en algunas de las islas que le ponen cerco por su zona meridional, Bermejo, Trinidad y Ariadna. De toda la flota, la más perjudicada fue la nao Victoria, ya que —nos dice Albo— en algunos de estos parajes la nave encalla y se le abre una pequeña vía de agua, exigua sin lugar a dudas, ya que ningún cronista recoge que tuvieran que fondear para cegarla. Albo lo describe de esta manera: «a los 13 del dicho, y a la mañana en derecho de los bajos, donde la Victoria dio muchas culadas. El día mismo estuvimos surtos y no tomamos altura del sol y allí estuvimos hasta los 14. Y vino a ser nuestra altura 39 grados 11 minutos». El piloto genovés no dice algo más, «y vieron una bahía, dentro de la cual entraron y corrieron todo el día, viendo si había alguna salida para el Maluco, y al venir la noche hallaron que todo era cerrado, y en la misma noche volvieron a salir por donde entraron». De nuevo Magallanes y sus hombres se sienten desilusionados. El hecho de que litoral fuera paralelo al Ecuador y que la entrada de la bahía fuera muy ancha, de unas 13 millas, les hizo pensar que allí podría estar el soñado «paso».

 
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