promo

Jue

12

Nov

2020

¡Qué guarrería, sevillanos! PDF Imprimir E-mail
Limpieza

Diario de Sevilla / 12/06/2020

Cralos Navarro Antolín

La mascarilla es el antifaz de esta primavera sin procesiones. La gente pasea y fija la vista en los ojos del prójimo como si de nazarenos curiosones se trataran. Los peatones con mascarilla son como los motoristas con cascos. Difíciles de identificar. En cuanto el doctor Simón se aclaró, rectificó por enésima vez y dijo que las mascarillas eran obligatorias, han surgido tanto los diseños variados a la moda, como los diversos modelos y, por supuesto, los guarros.

Mascarilla abandonadaMascarilla abandonada
Mascarilla abandonada / M. G. (Sevilla)

Javier Sobrino confecciona mascarillas de la Esperanza de Triana, la Casa del Cofrade con la heráldica de la hermandad que usted quiera, los señores de la Junta de Andalucía tienen la suya con el nuevo logo que rima con Bendodo, los de Vox con la bandera nacional, las señoronas las llevan de telas escogidas la mar de bonitas... Las mascarillas son casi como los trajes de flamenca. Tienen unas posibilidades de diseño inagotables. ¿Y qué me dicen de los diferentes modelos? Las hay pegaditas a la cara, de color celeste con filo blanco a las que llaman quirúrgicas, como las hay prominentes, que dejan un buen hueco para que la nariz respire y no se empañen las gafas. Son una suerte de mascarilla modelo pato, como hay un AVE modelo pato. Con mucho morro. Cua, cua.

Mascarilla abandonada junto al edificio de CapitaníaMascarilla abandonada junto al edificio de Capitanía
Mascarilla abandonada junto al edificio de Capitanía / M. G. (Sevilla)

Las peores son las mascarillas de los guarros. Las usan quienes las dejan tiradas en cualquier lugar de la calle. Estos días se puede hacer la ruta de las mascarillas a falta de otras. Hay que ser cochino para dejar mascarillas abandonadas en los matorrales, en el suelo o junto a la puerta del coche. En el centro, en el Parque de María Luisa, en el Porvenir, en los Remedios, en las grandes avenidas... ¡Pero cuantísimo guarro hay en Sevilla! Y ahora no le echemos la culpa a los turistas, que no hay. No, ahora solo hay sevillanos por la calle. Pueden darse un paseo y comprobarlo ustedes mismos. Hay más mascarillas tiradas en un paseíto de una hora que baches en la calle Cuna, que un día contamos más de 90, ¿verdad Pepe Barranca?

Mascarilla abandonadasMascarilla abandonadas
Mascarilla abandonadas / M. G. (Sevilla)

Y no será porque no hay papeleras, que siempre hay una próxima. Fuentes de agua potable y zonas de sombra no nos ha puesto el alcalde Espadas, pero papeleras tenemos de sobra. Eso hay que reconocerlo. No por alinear más delanteros se meten más goles, ni por instalar más papeleras se tienen ciudadanos más limpios. Pues nada, los cochinos se quitan la mascarilla como si fuera un bozal y la largan donde les viene en gana. Con sus microbios, sus bacterias, sus babas y sus restos de productos cosméticos (se recuerda a las hienas del odio que pueden ser de hombre o de mujer).

Qué pena de monumento a Aníbal González mirando a la maravilla de la Plaza de España. El bronce parece clamar estos días: "¡Tíos cochinos!". No hay que irse a los barrios más desfavorecidos de la ciudad, que son además los más pobres de España. No, No. Los cochinos trotan por las montaneras de las zonas supuestamente más distinguidas. E insistimos: no hay turistas a la búsqueda de paellas a las siete de la tarde, ni veladores atosigando la calle Mateos Gago, ni han llegado cruceristas al muelle de las Delicias. Somos nosotros. En Sevilla estos días no hay ni calor, ni chicharras, ni todo lo que ya sabemos que nos ha quitado el virus. Solo nosotros y las ratas que marcan nuestra historia. Solo nosotros y nuestros monumentos sin colas de espera.

Solo nosotros y nuestras miserias. Solo nosotros y los bares que poco a poco recobran la vida. ¿En qué piensa un individuo cuando arroja una mascarilla usada en cualquier parte? Máxime si se tiene en cuenta que los niños han vuelto a la calle, de nuevo pueblan las zonas infantiles y que un empleado de Lipasam terminará por tenerla que recoger tarde o temprano. Ni pensar queremos en que un desgraciado se decida a usar una mascarilla abandonada, que hay gente para todo. La ruta de las mascarillas es la de la poca vergüenza de una ciudad que en cuanto se han ido las visitas planta los pies encima de la mesa baja del salón

Este mal hábito encaja muy bien con la imagen de pastiche que nos hemos labrado con todo mérito. Cuidamos la imagen mientras nos miran. Salimos muy arreglados los Jueves Santos. Parecemos señores en las noches de Feria. Todo es un escaparate. Sólo hay que ver cómo queda la carrera oficial de cochambrosa cuando ha pasado la última cofradía. La ciudad no se quiere a sí misma, está muy convencida de su belleza. Se permite estos lujos porque considera que no merece la pena el esfuerzo. Todo nos ha venido dado. No hay que hacer nada extraordinario. Vestimos ya como turistas desaliñados, no valoramos nada, sólo aquello que obedece a unos valores que se han dado en llamar calidad de vida. Iremos por Europa en cuanto nos dejen y volveremos contando como catetos lo limpios que son en esas ciudades a las que nos mandó el operador de turno. ¡Qué bonita es Sevilla y la ruta de las mascarillas!

 
Informacion