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Diez años de Las setas una delicatessen muy indigesto PDF Imprimir E-mail
Encarnación

ABC de Sevilla 27/03/2021 

Manuel Contreras

 

El 27 de marzo de 2011, hace hoy una década, el entonces alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, inauguraba el Metrosol Parasol, una impresionante estructura de madera que cumple las funciones de mirador y alberga en su interior el mercado de la Encarnación y un antiquarium con restos romanos. Durante la ceremonia, organizada con premura para poder acometer la inauguración antes del inicio de la campaña de las elecciones municipales de mayo, Monteseirín destacó que el nuevo enclave «abre las puertas al progreso económico y al desarrollo de un sector de la ciudad que estaba en franca decadencia, unos territorios urbanos que ahora recuperan la centralidad que conocieron en otro tiempo. Lo que durante décadas ha sido lugar de paso, ahora es lugar de atracción». En plena crisis económica, el alcalde defendió incluso la gran inversión realizada: «según los análisis de los expertos, los beneficios económicos directos e indirectos que Metropol-Parasol va a traer para la ciudad superarán en solo un año a la inversión acometida», señaló.
Ciertamente, Las Setas —el Ayuntamiento adoptó este nombre para su explotación comercial tras descubrir que el arquitecto de la obra, Jürgen Mayer, había registrado el original, Metropol Parasol, y cobraría los derechos del mismo— solventó una de las principales asignaturas pendientes del urbanismo sevillano, la integración de la plaza de La Encarnación, que llevaba tres décadas esperando una respuesta. La reactivación social del entorno es evidente, así como la implantación de comercios y hostelería en una zona a la que antes la ciudad daba la espalda. El precio del suelo en este área también fue incrementándose progresivamente y hoy figura entre los más elevados de Sevilla.

Pero más allá de la palpable recuperación urbana del entorno, Las Setas ha recibido críticas desde dos frentes: por un lado, provocó desde primera hora un debate estético, al tratarse de un proyecto rupturista que altera el equilibrio arquitectónico del centro urbano. Por otro, el coste de la obra, que se ha ido multiplicando en sucesivas sentencias judiciales por los numerosos errores cometidos en la gestión de la misma hasta situarse en el entorno de los 130 millones de euros. Lejos del vaticinio de Sánchez Monteseirín, el Ayuntamiento no sólo no ha recuperado la inversión, sino que la construcción de Las Setas se ha convertido en un pozo sin fondo que una década después sigue costando dinero a las arcas municipales —la última sentencia condenatoria es del pasado mes de enero—.

Una herida urbana
Al comenzar el siglo XXI la Encarnación era una herida abierta en pleno corazón de Sevilla, un fracaso colectivo que simbolizaba la dejadez y el conformismo de la ciudad. La historia se remonta a 1973, cuando se demolió el mercado ubicado en esta plaza, el más antiguo de la Sevilla (databa de 1842), debido al pésimo estado que presentaba. Los 90 placeros fueron ubicados en un mercado provisional donde iban a estar un máximo de tres años, tiempo que se consideró más que suficiente para la construcción de las nuevas instalaciones. La idea era financiar la construcción del nuevo y moderno mercado con un párking subterráneo de 400 plazas y un hotel que se alzaría dentro del mismo complejo comercial.

El trieno se convirtió en 37 años, casi cuatro décadas en las que el Ayuntamiento fue incapaz de solventar un problema que se hizo cronico mientras el espacio se degradaba. En ese tiempo el solar fue aparcamiento de El Corte Inglés, estacionamiento de autobuses o simplemente un campo de ratas vallado. Hubo varios intentos de rehabilitar el espacio y devolver a los placeros. A comienzos de los ochenta, durante el mandato de Manuel del Valle, se encargó al arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra un proyecto que recordaba al original, pero que fue rechazado por los placeros —que tenían la concesión administrativa—, a quienes no gustó el hecho de que tuviese dos plantas. Tras meses de tensión e incluso tras barajar otras alternativas, finalmente se decidió aparcar la posible solución.

A finales de 1991, con Alejandro Rojas Marcos como alcalde, se decidió terminar de tramitar el Plan Especial del Sector, definiendo así el marco urbanístico para la reforma de este entorno. El arquitecto Enrique Haro llegó a esbozar un anteproyecto —un edificio con forma de prisma, similar a La Defense de París, con un vacío central de varias plantas— que fue desechado por los placeros.

La reforma se retomó ya en el siglo XXI, con Sánchez Monteseirín como alcalde y con el PA al frente de Urbanismo. Se encargó un proyecto al arquitecto José Antonio Carbajal, quien diseñó un edificio discreto de dos plantas con aparcamiento subterráneo, el mercado en sótano y semisótano, un área comecial y una plaza pública. El coste iba a ser de unos 30 millones de euros y la idea era que se autofinanciara con el párking y la zona comercial. Se llegó a comenzar las obras, pero en mayo de 2003 hubo elecciones municipales y el PSOE cambió de socio de gobierno, pactando con la IU de Antonio Rodríguez Torrijos. Monteseirín, que había votado a favor del proyecto de Carbajal en el anterior mandato, paralizó los trabajos. Del proyecto fustrado del PAqueda la entrada a un párking inexistente en la esquina de la calle Imagen.

Volver a empezar
La ficha de la Encarnación volvía a la casilla de salida, previo pago de siete millones de euros a las empresas Martín Casillas y Ficoan por la paralización del proyecto andalucista. El nuevo equipo de gobierno de PSOE e IU convocó un concurso internacional de ideas al que se presentaron 65 proyectos. El ganador fue un joven arquitecto berlinés, Jürgen Mayer, quien presentó un osado diseño a partir de la idea de una cubierta que había diseñado para una gasolinera en su país. El proyecto iba a costar 33 millones de euros, solo tres más que el de Carbajal, y como se iba a descubrir muy pronto, tenía mucho de diseño y muy poco de ingeniería.

La realización del proyecto se encommendó a Sacyr el 13 de octubre de 2005. Desde el primer momento se detectaron problemas graves en la estructura, concebida inicialmente en acero. La situación se complicó tanto que se optó por encargar un informe a la empresa de ingeniería Ove Arup & Partners, el cual dictaminó en mayo de 2007 que el Metropol Parasol, tal y como estaba concebido, era técnicamente irrealizable.

Se plantearon dos alternativas para salir del cul de sac: reforzar la estructura con vigas de madera y uniones más potentes (y por lo tanto más pesadas), o cambiar los materiales por madera pretensada, de mucho menor peso que el acero original. Se optó por esta opción, lo que obligó a un modificado que encareció el precio del proyecto hasta los 51,2 millones. Pero las complicaciones técnicas se fueron sucediendo hasta 2009, cuando se localizó en Alemania un tipo de madera que permitía la obra. Tras un segundo modificado, los problemas dispararon el presupuesto de la obra hasta alcanzar los 97,6 millones de euros. Añadiendo el compromiso con Sacyr —a la que el Ayuntamiento pagaba un canon a cambio de que la empresa no cobrase entrada a los sevillanos que subían al mirador—, diversas sentencias perdidas en los tribunales y otros conceptos, el coste de Las Setas supera los 120 millones de euros (más de 20.000 millones de pesetas).

Inauguración de las Setas
Inauguración de las Setas - Kako Rangel
¿De dónde sacó el Ayuntamiento el dinero para las obras? La realización en 2006 de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana permitió al gobierno municipal firmar convenios urbanísticos con empresas inmobiliarias que adelantaron el dinero para la ejecución de las infraestructuras de los nuevos barrios. El Ayuntamiento decidió invertir este dinero en Las Setas, entendiendo que se incluían en el Sistema General de la ciudad. El problema surgió cuando las empresas comenzaron a exigir la devolución del dinero adelantado, el Ayuntamiento a desestimar las peticiones y los jueces a dar la razón a las empresas. El goteo de sentencias condenatorias hace que la factura de Las Setas haya seguido incrementándose.

Son las sombras y luces de un proyecto osado que ha resultado mucho más caro de lo esperado. Sevilla tiene hoy la mayor estructura del mundo en madera, con una altura de 28,5 metros, que ha revitalizado una zona céntrica que estaba depauperada, pero a un coste muy elevado. En un manifiesto publicado en 2017, Monteseirín justificó la construcción de Las Setas porque «Sevilla no puede ser un territorio congelado en el tiempo, la ensoñación de un pasado idealizado y sin futuro, una antigua postal coloreada guardada en una caja de galletas». Respecto a su financiación, explicó que «los fondos empleados se tomaron principalmente de las partidas de inversión nutridas de los nuevos desarrollos urbanísticos que la ley permite aplicar a la ciudad consolidada y no de los Presupuestos municipales. Esos fondos no podían legalmente destinarse a gastos corrientes de carácter social o similares».

El arquitecto Francisco Barrionuevo, delegado de Urbanismo con Manuel del Valle, concede que la estructura ha marcado un hito en la ciudad, y que los sevillanos «han sabido asumir su forma rupturista. Pero el problema que plantea no es estético, sino de optimización de recursos, porque el coste ha sido demasiado elevado. En definitiva es una escultura, aunque tenga un mercado y un anticuario arqueológico, una forma vacía con escasa funcionalidad. El Ayuntamiento dejó de invertir en otras cosas que la ciudad necesitaba mucho más. Una ciudad no es solo lo que hace, sino lo que se deja de hacer».

Joaquín Egea, presidente de Adepa, agrega al problema del coste, «que es horrible», un impacto visual que considera perjudicial. «Una ciudad tiene que innovar siempre, pero no necesariamente en el casco histórico, donde se pierde la perspectiva de la ciudad. Me hubiera parecido muy bien a menor coste y en otra zona lejada del Centro».

Diez años después, Las Setas se han integrado en Sevilla como un plato 'delicatessen'. Su precio, sin embargo, se nos sigue indigestando.

 
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