Vie

16

Ene

2015

LA SEVILLA PRÓDIGA Imprimir

ABC SEVILLA / 16/1/2015

IGNACIO MONTAÑO JIMÉNEZ

PLENA hasta en exceso de su hermosura, periódicamente la ciudad es sometida a riguroso régimen de adelgazamiento utilizando las técnicas al uso en cada época. Y una de las más practicadas consiste en tirar por la borda parte de su abundante y rico patrimonio histórico.

¡Pobre Sevilla, maltratada en sus murallas, palacios, iglesias y conventos por la desidia de la mayoría y por la piqueta de las ideas de esos pocos que en cada momento mandan mucho!


Ejemplo evidente y reiterado este de olvidar o destruir su arquitectura civil y religiosa. Uno mismo ha conocido, sin salir de la Plaza del Duque: el convento de santo Domingo como Regimiento Soria 9, del que ya sólo queda el estrambote de san Hermenegildo, y aquella monumental escalera de Almacenes Rodríguez, lindante con el extraordinario acopio de arte del palacio de don Miguel Sánchez-Dalp; y todo ello enfrente de l a casa de l os Cavaleri, hoy destruida.
El propio sentido de su valía lleva a Sevilla a huir de la confrontación, sin que la competencia con otras ciudades ni con ella misma haya servido nunca de acicate a su reconocida vanidad femenina. Simplemente, presume, se mira en el Río Grande y se deja querer y avasallar.
La aparente dejadez ha servido muchas veces para asimilar virtudes del ocasional conquistador. Y no es que sea muy distinta a las demás ciudades dotadas de un gran patrimonio, pero es evidente que a pesar de tanto despropósito con todas y en casi todo sobreabunda en obras y actitudes. Salvo Córdoba, que le anda a la par en muchos momentos, desde el Tesoro del Carambolo hasta la Feria o la Semana Santa más inmediata el nombre de Sevilla va siempre sobrado de luz y de admiradores, sin que parezca resentirse de las continuas mutilaciones.
Nos dicen las crónicas más recientes que al extranjero que repita cinco citas relativas a Confucio se le regalará una visita guiada a la ciudad natal del filósofo.
Aquí, aunque los forasteros tienen siempre la opción de auparse al escudo de Sevilla sin que consten tantos requisitos previos, por si cambia tal facilidad y con la brevedad que el caso requiere, vayan éstas dos citas que vienen bien a nuestro propósito.
Así, el Sequndí, poeta árabe cordobés del siglo XIII, homenajea su riqueza y su singularidad: «Si en Sevilla se pidiese leche de pájaro, se encontraría».
Y Juan Ramón Jiménez se pregunta: «¿Hasta cuándo vamos a esperar para declarar a Sevilla capital de la poesía?»
La ciudad descorcha estas exageraciones como los vinos espumosos, y pierde parte de su exceso de gloria en periódicas decadencias.
Sería interminable el inventario de desatinos, ya apuntados al principio, aunque es de reconocer que poco a poco y fruto en buena parte de la democracia, se van corrigiendo las cosas. Pero conviene avisar hasta del más pequeño desafuero.
Y así, con esperanza, hoy traigo a esta tribuna un caso de fácil solución que al tiempo es prototipo del problema que comentamos: se trata de recuperar para el barrio de los Humeros-San Vicente la Iglesia del convento de San Laureano, y al tiempo actualizar la memoria de uno de los personajes de mayor significación en la historia del Descubrimient o, el cordobés Hernando Colón, el hijo más inteligente y culto de Don Cristóbal.
Humanista, jurista, bibliógrafo, cultivó la pintura, la música y la poesía y después de acompañar al Almirante en su cuarto viaje a las Indias, desempeñó importantes tareas de Estado con el Emperador Carlos y fue autor de numerosas obras, entre las que destaca la biografía de su padre.
Bien se merece una especial consideración. A título de ejemplo, baste indicar que en la vasta colección de libros adquiridos en toda Europa, integrados en la excepcional Biblioteca Colombina, anotó su importe en la moneda del país y su equivalencia en la española, lo que permite elaborar un curioso e importante estudio sobre la inflación en el viejo continente durante el siglo XVI.
En 1526 Don Hernando levantó en esta zona de los Humeros una casa palacio, donde residió hasta su muerte en 1539.
¡Cuánta historia de la mejor Sevilla en este solar!
Ya en 1585 está aquí l a Hermandad del Santo Entierro, y poco después la de la Merced fundadora del Colegio de San Laureano. Los más diversos destinos, desde cuartel de Intendencia hasta una Academia de Artillería, jalonan estos cinco siglos del desaparecido Colegio y de su Iglesia.
Hoy, es la iglesia del Colegio de San Laureano el edificio más significativo del conjunto que permanece en pie. Desde ella hasta la muralla almohade de la calle Goles, el albero cubre las primitivas huertas y jardines que Don Hernando compró al convento de San Miguel, incluidos los cimientos de una antigua torre.
La iglesia está sin restaurar. Varios proyectos importantes recientes se han visto truncados en gran parte por la falta de financiación. El último, ser la sede del Instituto de Desarrollo Regional de la Universidad hispalense.
Firme testigo de la mejor historia de la mejor Sevilla, no debe desaparecer —¡campo de soledad, mustio collado!— y su destino natural, pendiente de otras tareas que pudiera desarrollar en un futuro, sería el de equipamiento del barrio como insistentemente reclaman sus vecinos.