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2017

LA DEVOCIÓN AL ROSARIO Y LA GUARDA DEL PATRIMONIO Imprimir
Plaza de Toros

ABC SEVILLA / 22/1/2017

AURORA FLÓREZ

En el Paseo de Colón, fundida en la línea de fachada de la Casa de la Real Maestranza de Caballería, un gran portón guarda la capilla de la Virgen del Rosario, patrona de los maestrantes desde hace casi 350 años, un recinto en el que se conjuga el mejor barroco del siglo XVII con su adaptación artística de mediados del XX en perfecta armonía, y que viene a simbolizar y envolver el paradigmático devenir de esta centenaria institución nobiliaria, cuyas obras de patronazgo benéfico-social, cultural y patrimonial permanecen prácticamente en el anonimato por la filosofía de mecenazgo alejada de la exhibición pública de acciones y colaboraciones implícita en los genes de los caballeros de la Corporación.

Si en 1905, en plena fiebre de los ensanches de la ciudad, la Real Maestranza no hubiera rescatado las obras de arte de la capilla del Rosario del convento dominico de Regina Angelorum, en el entorno de la Encarnación, que ya había sufrido avatares de la invasión francesa y la Desamortización de Mendizábal, habrían padecido un incierto destino o desaparecido en el fragor de su demolición.

Pedro Roldán esculpió la primitiva imagen de la Virgen del Rosario
La capilla del Rosario, lugar de culto maestrante y con misa para la feligresía todos los domingos a las diez de la mañana, es hoy un trasunto de aquel templo que se levantó en el convento por iniciativa de Nicolás Bucarelli, caballero de ascendencia florentina que recaló en la Sevilla que reinaba en el comercio con las Indias. Se dedicó a esta advocación, cuya cofradía fue fundada por el prior dominico fray Antonio James en 1589 en el convento de Regina Angelorum, nombre recordado por la prédica del famoso fraile Molina en 1613 en contra del dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen.

Para dotar de arte pío y suntuoso aquel recinto, cuya traza se debió a Sebastián de Ruesta y Pedro Sánchez Falconete, se contó con uno de los mayores artistas barrocos del siglo XVII: Pedro Roldán, que diseñó las imágenes y el retablo —ensamblado por Francisco de Ribas—, las tallas en yeso con escenas de la vida de María, e incluso esculpió la primitiva imagen de la Virgen del Rosario, «Imán de los corazones sevillanos», según escribió el capellán, fray Juan Bonifaz, que sería entronizada el 6 de octubre de 1669, un mes después de la inauguración de la capilla.

Hito histórico
El año 1671, cuando la Maestranza se estableció bajo el patronato de la Virgen del Rosario, se presenta como una fecha histórica. Se celebraban el primer centenario de la Batalla de Lepanto «y del triunfo sobresaliente de la Virgen del Rosario» y la beatificación por el Papa Clemente X de Fernando III, conquistador de Sevilla en 1248 junto a los caballeros que fundarían la Hermandad de San Hermenegildo, desaparecida con el paso de los siglos y cuyo espíritu renacería fortalecido en 1670 como Real Cuerpo de Maestranza de Caballería de Sevilla.

Los maestrantes no pudieron celebrar sus cultos durante la invasión francesa
Los monarcas no ostentarían el cargo de Hermano Mayor hasta Fernando VII en 1823. Antes, el Infante Don Felipe, duque de Parma, por designación de su padre, el Rey Felipe V, fue el primer miembro de la Familia Real en serlo, en 1730, justo cuando la Maestranza pasó a ser Real, por ello, en el tiempo que nos ocupa, la figura principal de la institución era Agustín Guzmán y Portocarrero, marqués de la Algaba y de Ardales y conde de Teba, a quien sucedió su hermano mayor, Pedro Andrés, muerto en Orán «peleando con los moros por la defensa de la fe» en 1681, y cuya cabeza reposa tras una lápida de jaspe encarnado en el presbiterio de la capilla del Paseo de Colón, ya que tras pasar por varias ubicaciones, los maestrantes se habían hecho cargo de los restos. A partir de ellos figuraron como alcaldes más antiguos del Rosario los hermanos mayores de la Maestranza, que reunió para la Virgen multitud de tesoros, según refirió en su manuscrito de 1709 fray Juan Bonifaz.

Los altibajos se sucedieron en torno al convento y la capilla, donde los maestrantes no pudieron celebrar sus cultos durante la invasión francesa, trasladándose a la parroquia de San Miguel Arcángel, que estuvo en la Plaza del Duque. Por aquellas calendas ya había sido sustituida por su estado de deterioro la imagen de la Virgen del Rosario por la que hoy conocemos, encargada a Cristóbal Ramos en 1794, y que en estos días luce el lazo de dama de la Maestranza.