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Oct

2015

DE GATOS Y VENTAS Imprimir

DIARIO DE SEVILLA / 14/10/2015

CARLOS COLÓN

LA Venta de los Gatos es una ruina cochambrosa desde hace muchos, muchos años. Que nunca, salvo como un nombre, ha estado ligada a la imagen de la ciudad. No sé lo que de auténtico se pueda salvar de ella, si es que algo queda de la que conoció Bécquer. Si sé que sería un disparate, como se ha dicho, instalar allí un museo becqueriano. ¿Quién lo iba a pagar? ¿Qué se iba a exponer allí? ¿Quién iba a ir hasta allí entre un desolado paisaje de bloques? ¿Se pretende incurrir en otro ilustrado fracaso antiguo, como el Panteón de Sevillanos Ilustres en el que reposan (olvidados) los restos de Bécquer o el Museo de Cofradías de Los Venerables? ¿En otro ilustrado fracaso moderno, como el artilugio de cristal que se supone debía permitir ver y visitar la cisterna romana de la plaza de la Pescadería y lleva más de seis años cerrado? ¿En otro fracaso anunciado como el afortunadamente nunca realizado Centro de Interpretación de la Semana Santa? De fracasos ilustrados pasados, presentes y hasta futuros sabemos aquí un rato largo. Y siempre los pagan los sufridos ciudadanos. 



Sálvese, si es que se puede y vale la pena, la Venta de los Gatos. Pero que no se convierta en otra carga indefinida para las maltrechas arcas municipales. Y si se pierde o se convierte en un almacén chino, habrá consumado su destino de la forma más sevillana. Como tantos teatros históricos derribados o convertidos en bancos, tantos comercios históricos convertidos en tenderetes horteras, tantos bares históricos disfrazados de burdeles de Nueva Orleans, tantos cines históricos convertidos en salones de juego o supermercados. Y he repetido cuatro veces histórico porque me refiero a obras de Aníbal González, José Espiau, Juan Talavera, Gómez Millán o Juan Miguel Sánchez. Por eso el derribo o la degradación sería el destino más puramente sevillano de la Venta de los Gatos. 

El patrimonio cotidiano de Sevilla está perdido para siempre. Se ha salvado parte -sólo parte: ¡cuántos conventos, claustros y palacios han sido derribados desde los años 50 del pasado siglo!- del monumental. Pero Sevilla no era una ciudad florentina singularizada por sus grandes y robustos monumentos, sino por sus frágiles conjuntos creados por los siglos a base de superposiciones y por lo que la vida cotidiana había tejido sobre ellos. Casi nada ha sobrevivido. Ya no me quedan lágrimas ni indignación para la Venta de los Gatos. Lo siento.