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Ago

2015

SAN LUIS, EL RETRASO ETERNO Imprimir

EL MUNDO / 21/8/2015

EVA DÍZ PÉREZ

El verano suele ser una estación para jugar al despiste, disimular retrasos e incumplimientos y tapar con cierto olvido la memoria de las hemerotecas. El presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos, suele manejar bien estos tiempos y, de hecho, se ha prodigado mucho en la prensa este verano porque sabe que ahora hay poca competencia de noticias y mucho espacio que rellenar.

 

Por eso, ayer aprovechó para recordar uno de los grandes temas estrella que dependen de la Diputación: la restauración y finalización de las obras de la Iglesia de San Luis. Una rehabilitación que se ha dilatado demasiados años y cuyas fechas de reinauguración ya ha anunciado en varias ocasiones.

Ayer Villalobos volvió a comprometerse con una fecha de fin de las obras: «En tres o cuatro meses». La reapertura ni siquiera tiene fecha. Una frase que es un déja vù, una repetición cíclica que suena a cuento viejo. No hay más que recordar que el presidente de la Diputación ya anunció allá por agosto de 2012 que se reabriría en noviembre de ese año anunciando además la intención de crear un museo provincial allí. De hecho, cada verano ha habido alguna declaración en la que se anunciaba la definitiva reapertura que se ha ido dilatando cada vez más en el tiempo.

La primera promesa se realizó en febrero de 2011 cuando se preveía la apertura en poco más de un mes con la inclusión de un calendario de visitas al público y la estupenda noticia de que se celebrarían conciertos de cámara en el templo.

 

Las obras se iniciaron en 2010 bajo la dirección del arquitecto Fernando Mendoza, Premio Nacional de Arquitectura, quien desveló que se habían encontrado hallazgos muy relevantes para la interpretación histórica del edificio.

Mendoza contó que las obras de restauración habían permitido descubrir que la forma de construcción de la cripta no se había realizado sobre cimbras sino que había sido excavada. Y asombra pensar que la cripta, que se encuentra justo debajo de la iglesia, es como un negativo, una montaña del revés, una réplica boca abajo de la planta de este edificio construido por Leonardo de Figueroa entre 1699 y 1731.

Otro descubrimiento ha sido el de los restos del antiguo palacio de Per Afán de Ribera, ya que la iglesia se levantó sobre este edificio que sirvió de residencia a la ilustre familia antes de trasladarse en el siglo XVI a la Casa de Pilatos. La definitiva constatación de que la iglesia barroca está incrustada en un palacio mudéjar.

Es evidente que en obras de restauración tan complejas los hallazgos obligan a replantear el programa inicial como de hecho ha ocurrido con una actuación por humedades en el muro interior de la cripta o las obras de emergencia realizadas en algunas cubiertas del Antiguo Noviciado jesuítico. El ajuste de los presupuestos fruto de la coincidencia con una época de crisis ha hecho el resto para que esa reinauguración definitiva se haya ido retrasando.

A la espera de que ésta sea en efecto la fecha definitiva, el espectacular monumento barroco espera su momento para ser redescubierto por el público.

Además de Figueroa participaron en su construcción artistas como Duque Cornejo, Felipe Hernández del Castillo, José Montes de Oca o Lucas Valdés. El edificio acogía la iglesia, el noviciado y la casa de probación.

Precisamente el noviciado albergaba el Centro Andaluz de Teatro que fue desalojado en agosto de 2011 y que podría albergar un espacio expositivo. Aquí hacían sus pruebas los novicios para sus últimos votos: profeso, coadjutor espiritual y coadjutor temporal.

También de aquí salían los jesuitas que se embarcaban en peligrosas misiones y a veces morían como mártires en tierras lejanas como ocurrió con el padre Luis de Medina, protomártir de las Islas Marianas, y el padre Sebastián de Monroy. Ambos fueron novicios «en este sagrado taller de varones apostólicos», como se lee en los memoriales.

Apunten: a finales de 2015 terminarán las obras de esta fabulosa joya con su iconografía ilusoria, las alegorías y los espejismos artísticos. Claro que si la promesa política no vuelve a ser otro trampantojo barroco.