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May

2016

TESOROS PERDIDOS DE SEVILLA: MURILLOS Imprimir

XYZ/ 19 DE MAYO DE 2016

José Manuel Piñero

 

El relato que deseo hacerles llegar, comienza con  una leyenda que nos remonta al siglo IV de nuestra era, pero la descripción del mismo es totalmente veraz. Tratando analíticamente  los hechos, las fechas y personas que  son históricamente reales.

Los vericuetos que les reseñaré sobre estos grandiosos cuadros pintados por Bartolomé Esteban Murillo, pintor hispalense naturalista, que era el menor de catorce hermanos, se aproxima más a una leyenda que a la  veracidad del mismo.

Los cuadros fueron pintados entre 1662 y 1665, dos medio punto de más de cinco metros. Fue un encargo de su gran amigo y canónigo de la Catedral Justino de Neve, además de otros lienzos, con destino a la restauración de Santa María la Blanca.

Justino de Neve fue nombrado en 1667, debido a su brillante gestión, Mayordomo de Fabrica, es decir, canónigo  responsable de cuidar el edificio catedralicio y su decoración. Realizándoles nuevos encargos para la Catedral.

Sin esta relación Murillo seria menos Murillo, y Justino de Neve un desconocido y honesto canónigo, de una de las Catedrales más importante del orbe cristiano.

En los cuadros a los que me refiero se narran la fundación de Santa María Magliore, la primera basílica dedicada a la Virgen María en Roma, o Santa María de las Nieves, advocación del templo hispalense también conocido por ese nombre.

El edificio de Santa María la Blanca, fue la primera sinagoga edificada en Sevilla en el siglo XIII, cuando existía una importante, adinerada e influyente agrupación judía en el centro de la ciudad. Concedida porAlfonso X.

En 1391 tras la revuelta antijudía, fue convertida en iglesia cristiana, que se reconstruyó a mediado del siglo XVIII con la financiación y mecenazgo de Justino de Neve.

Aquí empieza la leyenda que motivó el encargo. Hacia el año 360 de nuestra era, el papa Liberio (352-366) encargó la construcción de la que algunos llamaron la Basílica Liberiana, que no es otra que Santa María Magliore.

En los dos grandes cuadros quedan representados, los hechos que originaron la decisión de construirla. En el primero de ellos, muestra el sueño que tuvieron el Patricio Juan y su esposa, no fue una aparición, como algunos escritores narran  equivocadamente.

Murillo representa magistralmente el momento del sueño, cuando se le aparece la Virgen en el mes de agosto, para decirles, que deseaba la dedicación de un templo en el lugar que verán trazado sobre la nieve del monte Esquillino.

Hecho de por sí milagroso debido a la fecha, cinco de agosto, donde la temperatura es muy elevada. Murillo los imaginas en el momento de su sueño, no los representa en la cama dormidos en el lecho, quizás por pudor,  sino vencidos por el sopor de la calor.

El patricio Juan recostado sobre la mesa cubierta por un tapete rojo, y sobre la que reposa un libro cerrado que seguramente había estado leyendo. Su esposa aparece también dormida con su cabeza reclinada sobre la cama, junto a ella, un perrito blanco arremolinado sobre si mismo y una cesta llena de labores interrumpidas, figuran también en el mismo. Entregando todos una sensación atmosférica de relajamiento.

La penumbra que invade el cuadro, queda rota por la escena de la Virgen y el Niño, mirando a los plácidos durmientes.

Debido a las fecha parece más una siesta de nuestra tierra, que un sueño nocturno. El primer cuadro se titula “ El sueño del patricio Juan y su esposa”.

El segundo cuadro “ La visita al pontífice Liberio” , se representa al patricio y la esposa que ha tenido el mismo sueño que su marido, explicándoles al pontífice el acontecimiento que ambos habían experimentados con la ensoñación.

Debido a que el patricio Juan era acaudalado y no tenían herederos, deseaban hacer realidad el deseo de la Virgen de que se construyera su basílica..

Cual no sería la sorpresa de los devotos creyente, cuando el papa les comunica, que él había tenido idéntico sueño; ante el asombro del espectador religioso, que con una mano apoyada en su bastón y la otra sujetando sus quevedos, mira perplejo  a la pareja arrodillada.

En el gran ventanal de la derecha, se representa en la lejanía una procesión dirigiéndose al monte Esquillino, para verificar la realidad de los tres coincidentes sueños.Liberio reaparece bajo palio, como figura principal de la comitiva.La luz entra por la izquierda, incidiendo sobre el religioso y la mujer del patricio Juan, creando efectos de luz y contraluz tan del gusto de Murillo y los pintores de la época.

Un dato curioso que deseo reseñar, es lo muy poco que aparecen las procesiones en las grandes pinturas hispalenses. Eventos tan importantes para esta ciudad, y del gusto de sus habitantes.Durante la guerra de la Independencia Española, un conflicto bélico desarrollado entre 1808 y 1814, cuya pretensión era instalar en el trono español a José Bonaparte, hermano de Napoleón, tras las abdicaciones de Bayona.

Jean-de-Dieu Soult, fue nombrado en esta contienda Mariscal de los ejércitos del Sur, ejerciendo a la vez como gobernador de la zona. Aquí empieza la odisea de estos dos grandes cuadros.

Durante esta época el mariscal Soult amasó una valiosísima colección de pinturas robadas a sus legítimos propietarios, durante las campañas militares. Fue una rapiña general de los grandes cuadros de la ciudad, expoliando a Iglesias y coleccionistas particulares, con especial énfasis en los cuadros de Murillo.

Los despojaban de los sitios donde estuviesen situados, y los almacenaban en el Alcázar, con la primaria idea, de enviarlos a Madrid, debido a que José Bonaparte deseaba realizar en la capital un Museo Nacional, y otra parte al Louvre de Napoleón.

Sin embargo, la mayoría de los lienzos robados y recopilados en el Alcázar, el mariscal Soult se los llevó a su casa. Incluyendo estos medio punto de más de cinco metros. Naturalmente las autoridades francesas, le trataron de hacer ver que unos cuadros de esas dimisiones, deberían estar en el sitio para los que fueron pintados, o en un museo. Con gran resistencia los entregó, para engrandecer la prestigiosa colección del Louvre. Los arquitectos del Louvre encargan  realizar a unos artista menores que trabajaban a sus órdenes, las enjutas en 1813. Estas enjutas, los presentan como trofeos militar, donde aparecen la Tiara Papal junto a yelmos y espadas. Cuando se presentan en el museo francés, tuvo un gran éxito y admiración.

Acabada la guerra, un general español se personó en el museo, y pese a la gran defensa de sus cuidadores, se los trajo a la fuerza, pero no a Sevilla de donde se robaron, sino que llegan a Madrid en 1815 y se depositan en la Academia. En 1901, pasan a formar parte de la colección de cuadros del Museo del Prado, conservando las enjutas francesas. Nunca volvieron a Sevilla.

En el año 2012, se inauguró en el Museo del Prado una exposición titulada: “Murillo y Justino Neve. El arte de una amistad.” Dicha exposición vino a Sevilla. Los cuadros regresaron a su lugar de nacimiento con mas de trescientos años de atraso, pero solamente de visita. Se pasearon igualmente por otras ciudades europeas, con triunfante resultado y gran admiración de quienes la vieron.

De todos los cuadros robados de la exposición hechos para Sevilla, pagados y encargados por los mecenas hispalenses, solo queda uno en la Ciudad. Desgraciadamente es una historia, que si bien están en España, estos dos magníficos lienzos, el resto siguen teniendo propietarios extranjeros, ya sean en grandes museos, o en posesión de prestigiosos coleccionistas. No es un remate  feliz para los conciudadanos de Sevilla.