Mar

19

Oct

2021

Mano en candela por Aquilino Duque Imprimir
Adepa

Abc Sevilla / 02/10/2021

Fernando Iwasaki

Como siempre ocurre cada vez que fallece alguien notable, tras la muerte del poeta y escritor Aquilino Duque (1931-2021), los elogios fluyeron a borbotones. Nada que objetar, pues para la familia y los amigos, las palabras generosas siempre son bienhechoras, aunque tantas demostraciones repentinas de admiración nos causen extrañeza si las comparamos con las que se expresaron y materializaron en vida del propio Aquilino. De hecho, cuando hace tres años solicité desde las páginas de ABC la Medalla de Andalucía para el autor de 'Los consulados del Más Allá' -' Medalla para Aquilino Duque' (ABC, 11.02.2019)-, me llevé más de una sorpresa, porque creí que la propuesta tendría un gran eco y no fue así. Por eso me gustaría comentar, a toro pasado, algunos párrafos de aquel artículo que publiqué en las páginas de opinión de ABC.
En 2019 escribí: «Me parece muy bien que la Junta de Andalucía haya premiado más de una vez a actrices, futbolistas y cantantes menores de treinta años, sin esperar que dieran todavía lo mejor de sí mismos. Genial, porque por eso mismo Aquilino Duque -¡a sus 88 años recién cumplidos el 6 de enero pasado!- no tiene ninguna necesidad de demostrarnos nada». Es obvio que me equivoqué, pues parece claro que demostrar mucho conlleva tener menos posibilidades de ser reconocido y Aquilino había demostrado demasiado. Talento, por ejemplo. Versatilidad flamenca, taurina y literaria, por si alguien tuviera curiosidad. Y sentido del humor, que es lo que más desconcierta a los políticos. ¿De quiénes se reía Aquilino? De sí mismo y de todos, como tiene que ser.

Por eso mismo añadí: «A diferencia de los gobiernos de izquierdas -siempre prejuiciosos, cuando no sectarios-, los gobiernos de derechas jamás le hacen feos a los creadores que no comparten sus ideas e incluso los premian, aunque los desagradecidos creadores los insulten y se rían de ellos en público. En cambio, Aquilino es un caballero y jamás nos daríamos cuenta de si se llegó a reír o no». Me equivoqué otra vez, porque la Junta de Andalucía dispuso de hasta tres oportunidades para distinguir a Aquilino y no lo consideró ni una sola vez, sin duda por miedo al qué dirán. Y que conste que Aquilino era querido y admirado por poetas y narradores andaluces de izquierdas que sí han recibido la Medalla de Andalucía, y que jamás se avergonzaron de compartir editoriales, mesas redondas y antologías con Aquilino.

Y como última autocita, dije así: «Aquilino Duque fue amigo de José Bergamín y Luis Buñuel, pero sobre todo de Rafael Alberti, a quien acogió en su casa de Roma. A ninguno de ellos malquiso por sus ideas políticas ni ellos le negaron su amistad por las suyas». Fallo mío, apelar a la amistad, porque ahora lo que se lleva es valorar al personal por sus enemigos. ¿Aquilino era amigo de Alberti? No se toma en cuenta, porque Alberti no elegía bien a sus amigos. ¿No fue amigo de Foxá y de Pemán también? En cambio, los malqueridos por Alberti no dejarían lugar a dudas. ¿O sí? Recomiendo, al respecto, la lectura de 'Alberti y García Lorca, la difícil compañía' (2009) de Hilario Jiménez Gómez, donde podríamos comprobar que Alberti apreció más a Aquilino que a Federico, a quien se refería como «una niña que coge aceitunas».

Titulo estas líneas de homenaje recurriendo a uno de los libros más memorables del gran Aquilino, 'Mano en candela' (2002), donde a través de la biografía del inédito Juan Antonio Campuzano, Aquilino Duque noveló una parte de sus propias memorias, desternillantes e imprescindibles. Aquilino era candela pura. Y le divertía imaginar quiénes meterían la mano en su nombre, sabiendo que ya no se iban a quemar.