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Abr

2019

El parto de la primavera en el Parque Imprimir
Parque María Luisa

DIARIO DE SEVILLA-JORGE BENAVIDES-04.04.2019

La naturaleza da a luz todos los años de manera especial en el Parque de María Luisa. Basta visitarlo. Pareciera que de ello saben más y mejor los forasteros. Los sentidos se despiertan con los aromas que escapan de las flores, con el rumor del agua y del viento que pasa por el verde múltiple y diverso de árboles, arbustos y palmeras. No hay color que se esconda ni rama que no brille. El aire es puro. Se escucha el silencio. El cielo límpido, azul, inmaculado.

Los sevillanos saben que está ahí, conocen cómo llegar y les pertenece, que algunos árboles con troncos anchos y tallo alto, han sido decapitados, que otros están siendo tratados, que con frecuencia el vandalismo deja huella.

Piensan que el parque sigue como lo conocieron. Sin embargo, las palomas no son las mismas, los murciélagos endémicos están en peligro, los pájaros están huyendo ante de los bulliciosos y agresivos invasores traídos del otro lado del océano. Mantenerlo es obligación de los servidores públicos, que para eso se paga los impuestos. Los sevillanos se han acostumbrado a pensar y actuar como si fueran clientes o consumidores cargados de derechos, exonerados de los deberes de mantener la herencia legada por quienes nos antecedieron; de enriquecer el patrimonio común, el de todos, de nuestros descendientes. Irán al parque cuando se tercie, camino de la Feria o a verlo acompañando al amigo guiri para contarle la historia de la Expo del 29 que pronto estará en el Pabellón Real y a presumir de la bella Plaza de España; un poco menos de los tesoros expuestos en los museos que visitaron cuando niños.

La ciudad dentro del Conjunto Histórico tiene un centro verde que comienza en el Alcázar, pasa por el Parque y continúa por las márgenes del río hasta el Alamillo. Fue la primera propuesta académica que hice con mis estudiantes hace seis años. Desde entonces, en cinco ocasiones más, he sugerido las posibles intervenciones inmediatas. En la última demostraba la necesidad de redactar un Plan Integral de Gestión porque ésta es muy compleja por dispersa y múltiple: Ayuntamiento, Junta de Andalucía, Ministerios, Centros de Formación, Museos, etcétera.

Menos mal que en este mandato el alcalde, gracias a su colaborador Adolfo Fernández, ha hecho lo que, al menos por el centenario del Parque, debió hacerse: señalización, poda, curación de palmeras, siembra de arbustos y árboles nuevos, embaldosado de las entradas principales del parque, restauración de la glorieta de Bécquer, reposición del albero, adoquinamiento y repavimentación de las vías. Pero sobre todo, la supresión del feo aparcamiento en medio del Citroën y de La Raza, espacio sin aceras, llamado a ser el vestíbulo, el lugar de acceso, información y encuentro donde luzcan las expresiones artísticas y, como en el 29, la presencia de Rubén Darío.

Muchas acciones e iniciativas quedan pendientes. El Parque tiene una parte dura y otra blanda, una material, otra intangible y humana. Es indispensable tomarlo en cuenta.