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Jue

15

Oct

2009

SUEÑOS, MENTIRAS Y POLÍTICA PDF Imprimir E-mail
En 1999 comenzaba ‘la construcción de un sueño’, con la llegada a la Alcaldía de Alfredo Sánchez Monteseirín. Diez años después, Sevilla es, sobre todo, la ciudad de una forma fascista de gobernar»
12 Octubre 09 - Andrés Joaquín EGEA LÓPEZ

Sevilla, 1999. Alfredo Sánchez Monteseirín conseguía la Alcaldía con el apoyo del Partido Andalucista. Comenzaba «la construcción de un sueño».
La Encarnación era un aparcamiento tercermundista, como lo era el mercado que llevaba 20 años en la provisionalidad. Aparcamientos rotatorios y mercado nuevo era la solución que el PA, ostentando la Gerencia de Urbanismo, daba a tantos años de desidia e incapacidad de los anteriores alcaldes. Algunos nos opusimos, un aparcamiento rotatorio en pleno centro de Sevilla no sólo no solucionaría los problemas de movilidad del casco histórico sino que, por el contrario, los agravaría y, además, destruiría los restos arqueológicos que comenzaban a aflorar en la plaza.
Para don Alfredo, la solución era sencilla: aunar los intereses de los vecinos con los de los comerciantes a través de la realización de un aparcamiento con plazas para residentes y otras rotatorias. ¡Sí, no se extrañe el lector, don Alfredo, a comienzos de nuestra década, aprobaba, protegía e impulsaba un aparcamiento en la plaza de la Encarnación! Tempus fugit.
 Conforme las prospecciones arqueológicas avanzaban, menos valor se daba a los hallazgos: insignificantes, prácticamente destrozados por la reutilización de materiales, compatibles con el aparcamiento… Hasta que llegó 2003. El PA salía del equipo municipal. En la Encarnación, las excavaciones llegaban a los niveles romanos. ¡Y todo cambió! «IN SITU», era el grito de guerra. Las casas, la basílica paleocristiana, los mosaicos; de las entrañas de la Encarnación surgía lo que iba a ser el «Guggenheim»  de Sevilla. Miles de turistas harían enormes colas para contemplar aquellas maravillas. Las calles Francos y Feria vivirían un renacer comercial sin precedentes. Aprocom olvidaba los aparcamientos y aplaudía al grito de «IN SITU», que nadie los mueva. Las casas, la muralla romana, la basílica eran nuestra nueva Catedral y había que conservarlo todo en el mismo sitio. Más culto: «IN SITU». Adiós al aparcamiento. Don Bernardo Bueno, delegado de Cultura, y don Alfredo, el alcalde, cambiaban su criterio, nada de aparcamientos, nada de nada. ¡Viva la Sevilla romana!
De todas formas, había que hacer el mercado y poner algo en la plaza, no todo podía ser arqueología; los placeros y los comerciantes de la zona querían vivir de algo más que de Roma. Se hizo un concurso «internacional» y lo ganó un alemán entusiasmado con los árboles de la plaza de San Pedro y con los revueltos con champiñones de Casa Robles (el hombre del Laredo).
 El entusiasmo con la modernidad de los «champiñones» fue inenarrable. El presidente del Colegio de Arquitectos celebraba la llegada de las nuevas corrientes arquitectónicas a la vieja Sevilla. A tanto llegó la alegría, que nos olvidamos de Roma en Sevilla y de toda su casta. El grito de «IN SITU» fue sustituido por el de «¡VIVA LA MODERNIDAD!».
  Frente a la gestión «notable» y «osada» de nuestro alcalde, sonaron las voces de los de siempre, carcas e inmovilistas, contrarios a un proyecto que calificaban de mastodóntico, pueblerino e ilegal. Pero la suerte estaba echada.
Don Bernardo Bueno y el alcalde en 2005 cambiaban definitivamente de criterio. Ya no hacía falta mantener «IN SITU» el «Guggenheim»  romano de Sevilla. Lo encontrado tenía un valor, pero relativo. Había que desmontarlo todo para poder poner los pies de las setas, ésas que nos traerían el turismo de masas a Sevilla. Don Bernardo lo aprobaba, don Alfredo lo alentaba y a Roma que le dieran. Y así, hasta nuestros días, en que seguimos esperando a los turistas, las setas y la cripta arqueológica; mientras que el comercio, ése que soñó con un centro de Sevilla accesible, cuidado, limpio, seguro y bien conservado, se muere día a día.
 Y, aunque lo anterior parezca y merezca el fin de este artículo, no es así. A la manera de nuestros fabulistas, no quisiera cerrarlo sin una moraleja, aunque ésta tenga un preámbulo más largo que los que hacían nuestros Samaniego e Iriarte. Una moraleja que recuerde al sevillano lector lo que han significado los diez años de gobierno de don Alfredo. Que nos hable en pocas palabras de un metro que, después de 30 años, sólo roza el centro de Sevilla; de un tranvía que cada vez más nos recuerda al trenecito de la Exposición del 29; de las obras faraónicas de San Telmo, de Santa Catalina cerrada y olvidada; de los parques y la Plaza de España; de la especulación que ha derruido con su remontes y áticos la Sevilla del XVIII y está destruyendo la del XIX; del olvido de la herencia de la Expo del 92; de la suciedad y pintadas como imagen de la ciudad; de las botellonas; y sobre todo, de una forma fascista de gobernar presente en la nueva televisión pública sevillana, Mercasevilla o  el gravísimo atentado a la libertad de expresión, por la que algunos, en otros tiempos, luchamos.  «La política es el arte de estar en contra de algo tan hábilmente que, luego, se pueda estar a favor».

 
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